Pocos dirán que no existe, pero muchos más lo han sufrido. ¿Es una enfermedad?, algunos lo llamarían síndrome, pero más que eso, es un terrible monstruo que sale de lo más profundo de la oscuridad para golpearte por las noches, para robarte lo único que te queda, tu capacidad de crear.
Como una bruja malvada sacada de cualquier cuento de hadas, es un ser tan malicioso que se alimenta de tus ideas, tus miedos y fracasos; que roba tus palabras, que arranca tu razón para creer, para anhelar, para volver a querer.
Ese ser que te conduce por un camino interminable de locura inexplicable, un círculo vicioso de odio y de rencor, de envidia y depresión.
Este síndrome, este maldito síndrome que llegó cuando te fuiste, ese demonio mítico que robó mi felicidad, y mi capacidad de amar.
Desearía nunca haberla conocido, para no tener que enfrentarme a esta terrible criatura que día con día se empeña en amenazarme con su amargura y su desdicha, que ataca como puede, donde más duele.
Este síndrome, tan sólo me ha convertido en un esclavo de mis sentimientos que impiden el libre tránsito de palabras e ideas que formaban versos equiparables con el arte, que me hace denigrar mis pensamientos y sueños, que se acabaron y quedaron en el olvido, que me roban mi felicidad, que ahora sólo me producen esa falta de inspiración y ganas de crear, que no hace más anhelar lo que fue, lo que sería y lo que ya no es.
Con envidia y rencor, maldigo aquellos que deambulan con corazón y sangre fría, que no han tenido el placer de conocer a este monstruo, que son capaces de aceptar los placeres de la vida, sin nostalgia ni agonía.
Este síndrome que me dejó ciego y convirtió mis más puros y bellos recuerdos en una muerte dolorosa y silenciosa.
Este síndrome que vive en el barrio de la melancolía, que no va ni viene de ninguna parte, que se acuesta con nostalgia, se viste de princesa, y se llama soledad.
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