28 dic 2016

¿Cuándo dejé de ser un racionalista, patán, egocéntrico?

“Vivir sin filosofar es, propiamente, tener los ojos cerrados, sin tratar de abrirlos jamás”.- Descartes


¿Cuándo y cómo dejé de ser un racionalista, patán, egocéntrico?, ¿Cuándo traicioné mis principios kantianos para volverme un optimista sentimentalista?, ¿Cuánto tiempo más durará el hechizo que impide ver más allá de mis emociones? ¿Debemos ser incrédulos emocionales o desconfiados racionalistas?...  La bola de nieve, atiborrada de preguntas complejas y pendejas cada vez se hace más larga y más tediosas al grado de ya no poder continuar e impedirme cumplir con mis obligaciones diarias. Por eso hoy, aprovecho el pequeño respiro laboral, el destello de inspiración que llegó a mi cabeza y el día de cagada que he tenido, para darme tiempo y redactar lo que desde hace tiempo no puedo decir, ni siquiera pronunciar o al menos comprender, sólo por el placer de escribir y tratar de explicar lo que pasa por mi cabeza justo en este peliagudo momento en el que quiero emprender un nuevo viaje espiritual. Y es que toda mi vida, o desde que comencé a labrar un juicio y un carácter, he intentado seguir al viejo Immanuel Kant con su racionalismo ahora en cuestión, y es que decía que las personas no pueden ni deben fiarse de un simple sentimiento como garantía de estar haciendo el bien, o aprobando el supuesto bien en las acciones de otros. Pero, ¿Por qué debe importarnos lo que sientan los demás o lo que piensen? Cierto, cierto… somos humanos, de seguir así, saldrá nuestra naturaleza egoísta, nada amable, hostil y poco útil para con los demás. ¿Qué tiene de malo ser proclive a sacar provecho para beneficio exclusivamente propio? Sí, yo soy de esos, o al menos eso quisiera, ok, no. Pero en definitiva, comienzo a creer que mi vida sería mejor si así lo fuera. He aquí mi cuestión, mi duda, mi reclamo y mi motivo de escribir esta noche de diciembre, pegándole ya casi al 2017: ¿Sería mejor mi vida si me dejara llevar por el racionalismo crítico de Kant y me quedará exclusivamente con el puro análisis de la razón, al margen de los sentimientos?, ahora bien, quizá sólo así podría llegar a la trascendencia para alcanzar el tan esperado conocimiento. En esta ocasión, bajo esta serie de ideas desordenadas, ¿Cómo debería ser mi actitud para llegar y alcanzar el conocimiento?, podré discernir de lo indispensable y diferenciar la realidad. ¿Cómo filtrar los sentimientos y las emociones para no contradecir la razón y la lógica? Realmente sentimientos como el amor o el odio son parte del proceso evolutivo o sólo son una fórmula más para analizar y evadir la realidad, de crear esas conceptualizaciones abstractas, distracciones que nos impiden razonar y darnos cuenta de muchos factores que están presentes y que son invisibles para nuestros ojos, ¿Los sentimientos están peleados con la trascendencia del pensamiento? Bajo la premisa de ser un ente sociable que analiza y estudia fenómenos humanos, ¿Se puede analizar las cuestiones sentimentales y emocionales?, ¿Pueden estudiarse como si se tratara de un comportamiento o un concepto que influye en la sociedad?. Ahora, surge otra cuestión: ¿Cómo separar las emociones y los deseos, de la objetividad y el análisis de los fenómenos naturales? ¿Es posible? ¿El analizar y buscar explicaciones sobre las emociones mismas no nos impide ser objetivos? Y continúan las preguntas… se los dije, pero la noche es larga. Creo yo, de acuerdo con fuentes no consultadas. En primera instancia se deben hacer a un lado al momento de realizar el análisis, de lo contrario, las posibles respuestas obtenidas estarían condicionadas a los deseos y emociones del investigador, y nuestra conclusión estaría distorsionada por nuestros deseos y pasiones, por lo que quisiéramos que fuese y no lo que es. De seguir con la premisa racionalista, las ideas deben estar sobre los sentimientos para llegar a la perfección, claro, en la medida que se pretenda superar la materialidad del cuerpo. Pero… Las pasiones que terminan perturbando el entendimiento y la ética que nace de ellas, se convierte en un pensamiento eminentemente primitivo y alejado de la trascendencia. ¿Me entendió usted?, ok no, lo vuelvo a repetir, los sentimientos nos hacen seres viscerales. Pero, vuelven a nacer preguntas en mi pequeño cerebro de pulguita: Ambos conceptos el racionalismo y el sentimentalismo, ¿Son blancos y negros?, ¿contrarios en su existencia, enemigos y aliados? O ¿sólo es una exageración pensar que se sobreponen? Debe haber una preponderancia, pueden ser conceptos aliados. ¿O uno de ellos debe ser desterrado y olvidado?  Dicen los que saben, no es que yo no sepa, pero ellos sí le entienden a la teoría, que los sentimientos tienen un origen, y van de la mano con la moral. Para comprenderlo se deben poner sobre la mesa, la forma en la que se toman las decisiones. Y es que existen tres posibles fuentes para llevar a cabo la decisión: la información genética que heredamos, las enseñanzas culturales y las experiencias que adquirimos, eso reza la teoría. De esta manera, se forma la moral; la genética, nos impedirá actuar de una determinada forma, también las enseñanzas culturales y nuestra experiencia propia nos impelen para actuar de una forma determinada. Estas dos últimas se manifiestan ante nuestra mente como memorias. Así, los sentimientos, también apodados deseos o instintos, proporcionan la información necesaria para decidir adecuadamente la mayoría de nuestros actos. Sin embargo, la respuesta que nos proporcionan siempre resulta ser bastante general o abstractas. Pero regresando al tema, para no ser disperso… Sentimiento y razón, ¿son como el agua y el aceite? ¿Realmente se Puede lograr? ¿Sentimentalista o racionalista? Analicemos pues: que suerte de tipo aquel que puede vivir de buen humor, soñar con un mundo fantasioso, creado con la imaginación, otros más, con su sospechosismo sus elucubraciones y diarrea mental se convierten en una etérea, incuestionable que debe imponerse al más simple y terrestre de los sentimientos. Pero, seguimos preguntándonos, concretamente ¿en el caso del amor?, es conceptualmente discernir, entre lo superficial, lo mediocre, lo conformista, deberíamos poder aplicarlo a una buena elección a la hora de amar... el racionalismo. ¿Si sólo se idealiza, entonces sí o se distorsiona la realidad? ¿No se confunde? Además, se corre el riesgo de confundir, una vez más, los términos, por ejemplo el amor, el erotismo, la sensualidad, sin incluir los elementos que lo hacen íntegro. Ahora bien… me quedo con muchas preguntas más, pero... después de toda esta letanía, vuelvo a preguntar de otra forma ¿La razón puede moderar los sentimientos, encauzarlos, o limitarlos?




9 jun 2016

Págame con tu sonrisa

"Nunca dejes de sonreír, porque nunca sabes 
quién se puede enamorar de tu sonrisa",
 dicen que los dijo ‘Gabo’, 
pero se la robó Hank Strugges.



Ella y él, caminando en la noche por el malecón, mientras el viento sopla y las olas golpean el mirador.

–¿Cuánto debo?

–No es nada

–Pero quiero pagar, no me gusta deber

–Entonces…

Págame sacando de tu bolso aquel labial rosa coral que tanto me gusta y pinta tus labios.

Haz esa mueca que adoro y que extraño en tu ausencia,
aquel guiño que sabes que admiro y que anhelo cuando tú no estás.

Haz ese gesto con el que sueño durante el día
y con el que descanso por la noche.

Págame con ese perfecto ademán que colocas en tu rostro,
que no olvido y que no olvidaré.

Déjate amar y déjame amarte. 
Cierra tus ojos, abre tu mente y tu corazón.

Págame cerrándole la puerta a los prejuicios 
y olvidando las formalidades, 
deja afuera el compromiso y quita los vicios.

Guarda tus secretos y encierra la culpa, 
esconde los miedos y no los dejes salir, nunca más.

Guarda tu pasado, observa tu presente y recuerda tu futuro.

Imagina. Ve como el ciego y escucha como el sordo. 
Corre como la tortuga y salta como el elefante, 
canta como el león y ruge como las aves.

Sueña, construye, inventa.

Págame con tu risa, págame con tus besos, 
págame con tus caricias.

Págame con tu sonrisa, 
sonríe una vez más para mí.



27 abr 2016

Gracias totales

"No hay deber más necesario que el de dar las gracias”.- Cicerón

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Gracias a ti soy una mejor persona. Y es por eso que debo agradecer todos y cada uno de los momentos -por más diminutos o complejos que sean- que he pasado a tu lado, por cada vivencia, cada sonrisa y cada emoción.

Gracias totales, porque hoy puedo afirmar que no soy el mismo de ayer, porque puedo hacer cosas de las cuales nunca pensé y porque me haces ser la mejor versión de mi.

Te agradezco por haberte acercado a mí, porque desde el momento en que te conocí dejaste tu huella, que jamás será borrada. Gracias por darme y entregar tanta alegría a mi vida.

Gracias por hacerme sonreír en la adversidad. El dolor y la frustración que acabaron con mis aspiraciones y planes de vida. En mis venas inyectaron un veneno que destruyó y arrancó las ganas de sonreír, las ganas de vivir y las ganas de seguir, pero no me dejaste caer.

Tomaste mi mano y me llevaste a donde tenía que estar. Curaste mis heridas.

No cualquier persona se atreve a decir “vamos a enfrentar esto juntos”.

Difícilmente, alguien quiere estar ahí, a tú lado en la soledad, en la enfermedad. Definitivamente, quedo en deuda contigo por el resto de mi vida, y seguramente, sin ti habría caído en el abismo, habría escapado y las consecuencias habrían sido fatales. Te debo la vida.

Las consecuencias y los estragos aún se están viviendo, los estoy padeciendo. Por eso lo siento, pero hoy te doy las gracias por haber estado ahí.

También debo darte las gracias por escucharme, por ser ese hombro en el que puedo llorar, por ser mi bastón y apoyo día a día. Hoy por hoy, eres mi consejera, mi fortaleza, mis ganas de seguir adelante, pero más importante, mi mejor amiga, una amiga con la que comparto mi felicidad, mis logros y mis desgracias.

Gracias por dejarme ser yo. Jamás has querido cambiarme, con o sin mi locura, con mi forma de vestir y hablar, y a pesar de todo lo malo que puedo tener, demostraste tu cariño y tu aprecio siempre.

Gracias por dejarme ser auténtico y original y nunca limitar mis emociones o mis sentimientos. No me pusiste condiciones y respetaste la autenticidad de la persona que soy y que quiero ser. Me dejaste correr desnudo y me ayudaste a quitarme miedos y limitaciones físicas y mentales, y por el contrario, expusiste mis capacidades y enalteciste mis virtudes, por mínimas que sean.

Agradezco cada vez que no me callaste y que me pediste guardar silencio, cada momento en el que me dejaste alzar la voz y me pediste ser tolerante. Por tratar de entenderme sin juzgarme y por cada momento que me criticaste, por eso y más te debo agradecer.

Gracias por apoyarme en mis malas decisiones. Nadie como tú para decirme “te lo dije”. Gracias por hacerme ver que estoy mal, por abrirme los ojos e iluminar mi camino. Quedo agradecido por ayudar a levantarme después de la caída.

Gracias por hacerme sentir hombre con tu cuerpo de mujer. Gracias por enseñarme que el amor no es solo sexo y gracias por dejarme conocer el placer. Gracias por todos los besos que me diste, gracias por tus ojos tan fieles, por tus ganas de amarme, por la fe que me tienes, y entregarte así, sencilla, única y sincera.

Gracias por tus besos espontáneos, tus abrazos fuertes y cálidos, por tocarme con tus suaves manos y por regalarme tu sonrisa perfecta.

Gracias por ser parte de lo que mas amo, por entender mis enfados, por demostrarme que se puede, por la simpleza con la que vez las cosas, gracias por todo lo que me diste y gracias por cada vez que vuelvas a pensar en mí.

“No tienes nada que agradecer”, sería tu respuesta, sincera como siempre lo has sido, cariñosa y apasionada.


Gracias por amarme.