"No hay deber más necesario que el de
dar las gracias”.- Cicerón
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Gracias a ti soy una mejor persona. Y es
por eso que debo agradecer todos y cada uno de los momentos -por más diminutos
o complejos que sean- que he pasado a tu lado, por cada vivencia, cada sonrisa
y cada emoción.
Gracias totales, porque hoy puedo afirmar
que no soy el mismo de ayer, porque puedo hacer cosas de las cuales nunca pensé
y porque me haces ser la mejor versión de mi.
Te agradezco por haberte acercado a mí,
porque desde el momento en que te conocí dejaste tu huella, que jamás será
borrada. Gracias por darme y entregar tanta alegría a mi vida.
Gracias por hacerme sonreír en la
adversidad. El dolor y la frustración que acabaron con mis aspiraciones
y planes de vida. En mis venas inyectaron un veneno que destruyó y arrancó las
ganas de sonreír, las ganas de vivir y las ganas de seguir, pero no me dejaste
caer.
Tomaste mi mano y me llevaste a donde tenía
que estar. Curaste mis heridas.
No cualquier persona se atreve a decir “vamos
a enfrentar esto juntos”.
Difícilmente, alguien quiere estar ahí, a
tú lado en la soledad, en la enfermedad. Definitivamente, quedo en deuda contigo
por el resto de mi vida, y seguramente, sin ti habría caído en el abismo,
habría escapado y las consecuencias habrían sido fatales. Te debo la vida.
Las consecuencias y los estragos aún se
están viviendo, los estoy padeciendo. Por eso lo siento, pero hoy te doy las
gracias por haber estado ahí.
También debo darte las gracias por
escucharme, por ser ese hombro en el que puedo llorar, por ser mi bastón y
apoyo día a día. Hoy por hoy, eres mi consejera, mi fortaleza, mis ganas de
seguir adelante, pero más importante, mi mejor amiga, una amiga con la que
comparto mi felicidad, mis logros y mis desgracias.
Gracias por dejarme ser yo. Jamás
has querido cambiarme, con o sin mi locura, con mi forma de vestir y hablar, y
a pesar de todo lo malo que puedo tener, demostraste tu cariño y tu aprecio
siempre.
Gracias por dejarme ser auténtico y
original y nunca limitar mis emociones o mis sentimientos. No me pusiste
condiciones y respetaste la autenticidad de la persona que soy y que quiero
ser. Me dejaste correr desnudo y me ayudaste a quitarme miedos y limitaciones
físicas y mentales, y por el contrario, expusiste mis capacidades y enalteciste
mis virtudes, por mínimas que sean.
Agradezco cada vez que no me callaste y que
me pediste guardar silencio, cada momento en el que me dejaste alzar la voz y
me pediste ser tolerante. Por tratar de entenderme sin juzgarme y por cada
momento que me criticaste, por eso y más te debo agradecer.
Gracias por apoyarme en mis malas
decisiones. Nadie como tú para decirme “te lo dije”. Gracias por hacerme ver
que estoy mal, por abrirme los ojos e iluminar mi camino. Quedo agradecido por
ayudar a levantarme después de la caída.
Gracias por hacerme sentir hombre con tu
cuerpo de mujer. Gracias por enseñarme que el amor no es solo sexo y gracias
por dejarme conocer el placer. Gracias por todos los besos que me diste,
gracias por tus ojos tan fieles, por tus ganas de amarme, por la fe que me
tienes, y entregarte así, sencilla, única y sincera.
Gracias por tus besos espontáneos, tus
abrazos fuertes y cálidos, por tocarme con tus suaves manos y por regalarme tu
sonrisa perfecta.
Gracias por ser parte de lo que mas amo,
por entender mis enfados, por demostrarme que se puede, por la simpleza con la
que vez las cosas, gracias por todo lo que me diste y gracias por cada vez que
vuelvas a pensar en mí.
“No tienes nada que agradecer”, sería tu
respuesta, sincera como siempre lo has sido, cariñosa y apasionada.
Gracias por amarme.