“Vivir
sin filosofar es, propiamente, tener los ojos cerrados, sin tratar de abrirlos
jamás”.- Descartes
¿Cuándo
y cómo dejé de ser un racionalista, patán, egocéntrico?, ¿Cuándo traicioné mis
principios kantianos para volverme un optimista sentimentalista?, ¿Cuánto tiempo
más durará el hechizo que impide ver más allá de mis emociones? ¿Debemos ser
incrédulos emocionales o desconfiados racionalistas?... La bola de nieve, atiborrada de preguntas complejas
y pendejas cada vez se hace más larga y más tediosas al grado de ya no poder
continuar e impedirme cumplir con mis obligaciones diarias. Por eso hoy,
aprovecho el pequeño respiro laboral, el destello de inspiración que llegó a mi
cabeza y el día de cagada que he tenido, para darme tiempo y redactar lo que
desde hace tiempo no puedo decir, ni siquiera pronunciar o al menos comprender,
sólo por el placer de escribir y tratar de explicar lo que pasa por mi cabeza
justo en este peliagudo momento en el que quiero emprender un nuevo viaje
espiritual. Y es que toda mi vida, o desde que comencé a labrar un juicio y un
carácter, he intentado seguir al viejo Immanuel Kant con su racionalismo ahora
en cuestión, y es que decía que las personas no pueden ni deben fiarse de un
simple sentimiento como garantía de estar haciendo el bien, o aprobando el
supuesto bien en las acciones de otros. Pero, ¿Por qué debe importarnos lo que
sientan los demás o lo que piensen? Cierto, cierto… somos humanos, de seguir
así, saldrá nuestra naturaleza egoísta, nada amable, hostil y poco útil para
con los demás. ¿Qué tiene de malo ser proclive a sacar provecho para beneficio
exclusivamente propio? Sí, yo soy de esos, o al menos eso quisiera, ok, no.
Pero en definitiva, comienzo a creer que mi vida sería mejor si así lo fuera.
He aquí mi cuestión, mi duda, mi reclamo y mi motivo de escribir esta noche de
diciembre, pegándole ya casi al 2017: ¿Sería mejor mi vida si me dejara llevar
por el racionalismo crítico de Kant y me quedará exclusivamente con el puro
análisis de la razón, al margen de los sentimientos?, ahora bien, quizá sólo
así podría llegar a la trascendencia para alcanzar el tan esperado conocimiento.
En esta ocasión, bajo esta serie de ideas desordenadas, ¿Cómo debería ser mi actitud
para llegar y alcanzar el conocimiento?, podré discernir de lo indispensable y
diferenciar la realidad. ¿Cómo filtrar los sentimientos y las emociones para no
contradecir la razón y la lógica? Realmente sentimientos como el amor o el odio
son parte del proceso evolutivo o sólo son una fórmula más para analizar y
evadir la realidad, de crear esas conceptualizaciones abstractas, distracciones
que nos impiden razonar y darnos cuenta de muchos factores que están presentes
y que son invisibles para nuestros ojos, ¿Los sentimientos están peleados con
la trascendencia del pensamiento? Bajo la premisa de ser un ente sociable que
analiza y estudia fenómenos humanos, ¿Se puede analizar las cuestiones
sentimentales y emocionales?, ¿Pueden estudiarse como si se tratara de un
comportamiento o un concepto que influye en la sociedad?. Ahora, surge otra
cuestión: ¿Cómo separar las emociones y los deseos, de la objetividad y el
análisis de los fenómenos naturales? ¿Es posible? ¿El analizar y buscar
explicaciones sobre las emociones mismas no nos impide ser objetivos? Y
continúan las preguntas… se los dije, pero la noche es larga. Creo yo, de
acuerdo con fuentes no consultadas. En primera instancia se deben hacer a un
lado al momento de realizar el análisis, de lo contrario, las posibles
respuestas obtenidas estarían condicionadas a los deseos y emociones del
investigador, y nuestra conclusión estaría distorsionada por nuestros deseos y
pasiones, por lo que quisiéramos que fuese y no lo que es. De seguir con la
premisa racionalista, las ideas deben estar sobre los sentimientos para llegar
a la perfección, claro, en la medida que se pretenda superar la materialidad
del cuerpo. Pero… Las pasiones que terminan perturbando el entendimiento y la
ética que nace de ellas, se convierte en un pensamiento eminentemente primitivo
y alejado de la trascendencia. ¿Me entendió usted?, ok no, lo vuelvo a repetir,
los sentimientos nos hacen seres viscerales. Pero, vuelven a nacer preguntas en
mi pequeño cerebro de pulguita: Ambos conceptos el racionalismo y el
sentimentalismo, ¿Son blancos y negros?, ¿contrarios en su existencia, enemigos
y aliados? O ¿sólo es una exageración pensar que se sobreponen? Debe haber una preponderancia,
pueden ser conceptos aliados. ¿O uno de ellos debe ser desterrado y olvidado? Dicen los que saben, no es que yo no sepa,
pero ellos sí le entienden a la teoría, que los sentimientos tienen un origen,
y van de la mano con la moral. Para comprenderlo se deben poner sobre la mesa, la
forma en la que se toman las decisiones. Y es que existen tres posibles fuentes
para llevar a cabo la decisión: la información genética que heredamos, las
enseñanzas culturales y las experiencias que adquirimos, eso reza la teoría. De
esta manera, se forma la moral; la genética, nos impedirá actuar de una
determinada forma, también las enseñanzas culturales y nuestra experiencia
propia nos impelen para actuar de una forma determinada. Estas dos últimas se
manifiestan ante nuestra mente como memorias. Así, los sentimientos, también apodados
deseos o instintos, proporcionan la información necesaria para decidir
adecuadamente la mayoría de nuestros actos. Sin embargo, la respuesta que nos
proporcionan siempre resulta ser bastante general o abstractas. Pero regresando
al tema, para no ser disperso… Sentimiento y razón, ¿son como el agua y el
aceite? ¿Realmente se Puede lograr? ¿Sentimentalista o racionalista? Analicemos
pues: que suerte de tipo aquel que puede vivir de buen humor, soñar con un
mundo fantasioso, creado con la imaginación, otros más, con su sospechosismo
sus elucubraciones y diarrea mental se convierten en una etérea, incuestionable
que debe imponerse al más simple y terrestre de los sentimientos. Pero,
seguimos preguntándonos, concretamente ¿en el caso del amor?, es conceptualmente discernir, entre
lo superficial, lo mediocre, lo conformista, deberíamos poder aplicarlo a una
buena elección a la hora de amar... el racionalismo. ¿Si sólo se idealiza,
entonces sí o se distorsiona la realidad? ¿No se confunde? Además, se corre el riesgo de confundir, una vez más, los
términos, por ejemplo el amor, el erotismo, la sensualidad, sin incluir
los elementos que lo hacen íntegro. Ahora bien… me quedo con muchas preguntas más, pero... después de toda esta letanía,
vuelvo a preguntar de otra forma ¿La razón puede moderar los sentimientos,
encauzarlos, o limitarlos?